Interesante artículo de Cayetano Llobet publicado en el diario "El Deber"
Y... ¿cuál izquierda?
Cayetano Llobet ®® Entre paréntesis…
Me niego rotundamente a suscribir la tesis de que el Gobierno de Evo Morales sea de izquierda. Una cosa es que sus actores se sientan cómodos llenándose la boca con un vocabulario populista, y otra muy distinta que puedan ser portadores de un proyecto social de progreso, modernidad, equidad y respeto entre iguales. ¿Se puede esperar algo más del MAS?
Su línea central, su columna, su liderazgo, su definición de crecimiento y de poder, es su historia sindical, y en esa historia, la única definición es la defensa de la coca: ¡es la estupidez gringa la que le dio contenido ideológico a la hoja, convirtiéndola en antiimperialista! Cosa nada extraña, dada la persistencia, la coherencia, la constancia y el admirable empeño puesto por la embajada de Estados Unidos para lograr que Evo llegue a la presidencia. La proclamación presidencial –¡porque de eso se trataba– que hizo el embajador Manuel Rocha en Chapare, tuvo un éxito total: ¡Evo llegó a la presidencia!
Los otros componentes gubernamentales son como estantería de botica: hay para escoger. Desde el supuesto izquierdismo simplista, panfletario y trasnochado, pasando por los nostálgicos de un guevarismo procubano, explicable hasta por razones histórico-familiares, hasta el oportunismo indisimulado y típicamente ‘clasemediero’, sin historia, hoy recompensado con alguna asesoría o hasta alguna embajada.
Y entre sus componentes esenciales, su visión regresiva. No es un Gobierno que mire hacia adelante: permanentemente está buscando la referencia de lo que fue, de lo que dejó de ser, de recuperar ancestros, tradiciones, símbolos, imágenes. En ese sentido, no cabe la menor de las dudas: la visión del Gobierno es una visión regresiva de la historia.
Una de las características de la izquierda –¡cuando peleaban izquierdas y derechas!– era su sentido progresista. Mirar hacia adelante, confundir las utopías con posibilidades, soñar con sociedades mejores y luchar, ¡dejar la vida! en aquella tarea de ‘tomar el cielo por asalto’. Y salir de la casa todos los días buscando construir el hombre nuevo. Y como la pelea era en serio, no saber si volvías a la casa. Y, sí señor, había que poner los huevos por delante, porque ¡nos odiaban por rojos, no por cocaleros! La izquierda tenía ideología. Y la izquierda boliviana fue intelectualmente formada, exigente y productiva. Y era internacionalista, con pretensión universal: a ningún izquierdista se le ocurrió admirar nacionalismos y menos elaborar cultos raciales ni estructurar referencias etnocentristas. Estudiar los orígenes para definir superiores o inferiores, gritar que aquél es indio, blanco, amarillo o judío, ¡eso era para los fascistas!
No hay tal izquierda en el proyecto gubernamental, porque no es un proyecto de sociedad: ¡es un miserable proyecto de poder y de supervivencia en el poder! Y no hay nada más conservador, por elemental, que la lucha por sobrevivir en la conquista de las pegas, ni nada más reiterado que sus propios tropiezos. Por eso es un Gobierno que no puede innovar y está condenado a repetir a los de antes, incluyendo la repetición de la precariedad.
El Gobierno que mira atrás. Sin ideología y con mucha ‘odiología’. Con algún iluso intelectual soñando con el retorno de la sociedad prehispánica. Luis XVIII, contemplando Versalles y soñando con el retorno de la monarquía. Evo erigiendo en monumento nacional el solar de su nacimiento... ¿cuál izquierda, carajo?
Su línea central, su columna, su liderazgo, su definición de crecimiento y de poder, es su historia sindical, y en esa historia, la única definición es la defensa de la coca: ¡es la estupidez gringa la que le dio contenido ideológico a la hoja, convirtiéndola en antiimperialista! Cosa nada extraña, dada la persistencia, la coherencia, la constancia y el admirable empeño puesto por la embajada de Estados Unidos para lograr que Evo llegue a la presidencia. La proclamación presidencial –¡porque de eso se trataba– que hizo el embajador Manuel Rocha en Chapare, tuvo un éxito total: ¡Evo llegó a la presidencia!
Los otros componentes gubernamentales son como estantería de botica: hay para escoger. Desde el supuesto izquierdismo simplista, panfletario y trasnochado, pasando por los nostálgicos de un guevarismo procubano, explicable hasta por razones histórico-familiares, hasta el oportunismo indisimulado y típicamente ‘clasemediero’, sin historia, hoy recompensado con alguna asesoría o hasta alguna embajada.
Y entre sus componentes esenciales, su visión regresiva. No es un Gobierno que mire hacia adelante: permanentemente está buscando la referencia de lo que fue, de lo que dejó de ser, de recuperar ancestros, tradiciones, símbolos, imágenes. En ese sentido, no cabe la menor de las dudas: la visión del Gobierno es una visión regresiva de la historia.
Una de las características de la izquierda –¡cuando peleaban izquierdas y derechas!– era su sentido progresista. Mirar hacia adelante, confundir las utopías con posibilidades, soñar con sociedades mejores y luchar, ¡dejar la vida! en aquella tarea de ‘tomar el cielo por asalto’. Y salir de la casa todos los días buscando construir el hombre nuevo. Y como la pelea era en serio, no saber si volvías a la casa. Y, sí señor, había que poner los huevos por delante, porque ¡nos odiaban por rojos, no por cocaleros! La izquierda tenía ideología. Y la izquierda boliviana fue intelectualmente formada, exigente y productiva. Y era internacionalista, con pretensión universal: a ningún izquierdista se le ocurrió admirar nacionalismos y menos elaborar cultos raciales ni estructurar referencias etnocentristas. Estudiar los orígenes para definir superiores o inferiores, gritar que aquél es indio, blanco, amarillo o judío, ¡eso era para los fascistas!
No hay tal izquierda en el proyecto gubernamental, porque no es un proyecto de sociedad: ¡es un miserable proyecto de poder y de supervivencia en el poder! Y no hay nada más conservador, por elemental, que la lucha por sobrevivir en la conquista de las pegas, ni nada más reiterado que sus propios tropiezos. Por eso es un Gobierno que no puede innovar y está condenado a repetir a los de antes, incluyendo la repetición de la precariedad.
El Gobierno que mira atrás. Sin ideología y con mucha ‘odiología’. Con algún iluso intelectual soñando con el retorno de la sociedad prehispánica. Luis XVIII, contemplando Versalles y soñando con el retorno de la monarquía. Evo erigiendo en monumento nacional el solar de su nacimiento... ¿cuál izquierda, carajo?
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