Es que somos muy pobres
Como somos pobres, fomentamos el contrabando, el comercio de ropa usada, la internación de los autos chutos. ¡Qué nos importa la productividad y el trabajo propio!
Durante esta temporada hemos venido achacando de gran parte de nuestros males a la política. Al oficialismo y a la oposición. Y más al Gobierno, puesto que dizque ha sido elegido para gobernarnos a toditos. Y se ha criticado que éste no ha sido capaz de un mínimo de equilibrio para intervenir en los conflictos, puesto que él mismo los ha causado, y precisamente ha tomado partido por uno de los “sectores” (qué fea palabra) en desmedro del otro.
Claro, es mucho pedir que el Gobierno, cualquiera sea, tenga objetividad y equilibrio, alegando que responde a quienes lo apoyan y no a quienes le critican o lo atacan. ¡No faltaba más!
Pero la política no es la única culpable de nuestros males. Es que nuestro país está en una edad adolescente (¡ahí está el proceso!), y por eso, como todo adolescente, corcovea tanto y chilla y se queja y hace tonterías. Tonterías como reírse de la ley y del estado de derecho. Reírse de las normas democráticas y de todo lo que signifique seriedad y orden. ¡Viva el desorden! Somos pobres. ¡Muera el equilibrio! Estamos desesperados. ¡Muera la oligarquía culpable de todos nuestros males!
Así más o menos funcionaría la cosa. Con la pobreza y las injusticias y demás males se justifica todo. ¡Muera la ley! mientras no me sirva. ¡Mueran las normas y la democracia! mientras no me convengan. Como somos pobres, nos dedicamos a la piratería (de libros, de discos y ramas anexas). ¡Que viva la piratería! Como somos pobres, tiramos la basura donde sea, no respetamos las señales del tráfico, llegamos atrasados, cruzamos la calle por entre los autos, tocamos bocina para joder a todo el mundo, maltratamos a nuestros hijos. Como somos pobres, fomentamos el contrabando, el comercio de ropa usada, la internación de los autos chutos. ¡Qué nos importa la productividad y el trabajo propio! Somos necesitados. El Gobierno no nos da. Como somos pobres, es mejor recibir bonos para todo en lugar de organizarnos para producir.
Para no olvidarnos, cuando los gobiernos neoliberales, oligárquicos y de derecha (ya no diré entreguistas, rateros, asesinos y proimperialistas para no llenar la página) daban parecidos regalitos, eran tildados de asistencialistas, la palabra más fea de la que la izquierda huía como de la peste. Pero ahora, ¡que viva el asistencialismo!, es que somos pobres. Y lo adornamos todo con la palabra “dignidad”.
Como somos pobres, nos da bronca y envidia cualquier signo de un mínimo de bienestar de los otros: son nuestros enemigos y ojalá que se mueran y se los coman los gusanos. Imagínense nomás, un tal Cárdenas (poner aquí cara de asco) tiene un chalet (torcer la boca para pronunciar esta palabra) en medio de la pobreza del altiplano. Aunque no tenga tantos pisos como la casa de su vecino, un tal Choquehuanca.
Como somos pobres, nos robamos el papel higiénico de las oficinas, de los hoteles y de los baños públicos, y los colgadores, y todo cuanto pueda ser arrancado o desentornillado de los vehículos de servicio público. Y todo lo que pueda ser birlado del Estado y del cliente y del ciudadano. Y destruimos lo que podemos, y quebramos el arbolito de los parques, y pisamos las flores, y arruinamos el césped. Somos pues pobres. Los ricos que cuiden sus cosas.
Y los más entusiastas de hablar de nuestra pobreza son precisamente los que no saben con qué se come eso.
En lo personal felicito al departamento de La Paz y al prefecto electo nombrado por el presidente por posesionar un Consejo para redactar el Estatuto autonómico del departamento de La Paz, estatuto que será redactado hasta el 30 de mayo para se sometido a consulta popular el 12 de julio. Felicidades a los paceños que si tienen el derecho de elegir.